jueves, 17 de febrero de 2011

Poéticamente incorrecto

© Carlos M. Ortega Vilas
Me gusta el mundo. Es un lugar lleno de cosas y de gente. De sorpresas y palabras. Me gustan las palabras. Si pudiera, sería Poeta.

Pero no puedo.

Me gusta el mundo, tan imperfecto y feo. Tan adoquines rotos y gente que pide y enseña sus heridas, toda clase de heridas. Gente tan rota, por dentro y por fuera, como los adoquines que intento evitar. Camino deprisa. O acaso huyo. No soy el único. Todos se apresuran, todos huyen, fingiendo que llegan tarde. Hoy por hoy detenerse en mitad de la calle sin un fin concreto resulta, como mínimo, sospechoso. Sólo se detienen los «ociosos». Simpática palabra para referirse a los que no tienen nada, salvo heridas. Hay que pasar aún más rápido junto a ellos, no sea que te contagien: una llaga, una adicción, una pulga. O algo más sutil, menos palpable. Su mala suerte. Su mal aspecto. Su alienación. Su locura. De alguna manera, te ensucia verlos ahí, estancados en su miseria mientras el resto del mundo corre. Huye. Mira hacia otra parte, cambia de acera.

He llegado a la estación un poco más tarde que ayer. Cada vez salgo antes de casa y cada vez tardo más en recorrer la misma distancia. ¿Me estaré extraviando? No hay tiempo de hacer conjeturas. He de fingir que voy con retraso. Las puertas se abren. Las puertas se cierran. Es el ciclo digestivo de la máquina, que nos engulle y nos excreta cada aproximadamente cinco minutos, diariamente (si no hay huelga), regular y sin descanso.

Consigo un asiento libre sin grandes peripecias. Miro el paisaje al otro lado de la ventanilla, hipnotizado. A medida que nos alejamos, la fisonomía de la ciudad va cambiando. Surgen del cemento plazas y parques. Cafés de aspecto cada vez más chic —fuente con delfines en la terraza, camarero de uniforme blanco—. Hay una escuela de baile Gene Kelly frente a cada estación. Boutiques elegantes, floristerías falsas —plantas de plástico en el escaparate. Bouquets. Lazos de novia—. El mundo visto desde aquí, a sesenta traqueteantes kilómetros por hora, casi parece que se ha vuelto ordenado, simétrico, verde y feliz.

Entonces aparece él.

Una pequeña ayuda, dice. Una ayuda pequeña, repite, mil veces, automáticamente, taladrándonos el cerebro y la conciencia con su voz extrañamente hueca mientras avanza con la mano extendida. Se detiene a mi lado. Yo no quiero ver su cara. Digo cara, y no rostro. Ni semblante ni faz, porque no soy Poeta. O porque no me gustan los adornos, ni las palabras bonitas. Ni las flores de plástico ni los lazos de novia ni las fuentes con delfines ni los uniformes blancos. Su cara quemada es el reverso de todo lo que se esfuma al otro lado del cristal. Estamos atrapados. Quietos al fin. Presos en el vagón. No podemos huir de él, de su voz, de sus heridas. Lo sabe. Y no se irá hasta que consiga arañarnos algo de piedad de los bolsillos. Por mi parte, desconozco si estas monedas que ahora le tiendo son un gesto de humanidad. O sólo quiero que desaparezca.

Que no me contagie.

Me gusta el mundo. Tan sinrazón, tan injusto. Tan lleno de palabras ridículas —bisturí, colibrí, alhelí, carmesí, baladí. Pedigrí—. Tan vergonzante. Tan qué culpa tengo yo. Tan palabras inútiles, como estas.

Si pudiera ser Poeta...

Pero no puedo.

5 comentarios:

  1. Fantástico!
    en cuanto a si era humanidad o ganas de que desapareciera, sólo hay que mirarle la cara (no rostro ni jeta, que yo tampoco soy poeta) al recibir las monedas: cuanto más contento se le vea, más ganas tenías de que desapareciera. A mí me suelen mirar con cara de ¡serás rata!, y es que no entienden mi humanidad.

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  2. Hace ya mucho que los poemas no riman, los versos alejandrinos no conmueven a nadie y las palabras hermosas están bajo sospecha por su bella superficialidad: quizá seas un poeta y no lo sabes.

    PD: Me gustan mucho los dibujos!!

    Firmado: Miguel Amores

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  3. Gracias, Miguel. Qué bueno verte aquí... Un abrazo fuerte!

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  4. Me gustas tú. Gracias.

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  5. Has sabido "clavar" la sensación de desasosiego y ambivalencia, en ocasiones así.
    Precioso el dibujo.

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