jueves, 6 de enero de 2011

Nada que decir

© Carlos M. Ortega Vil
No tengo nada que decir. Nada que decir del año que vino. Nada que decir del que se fue. Nada que decir de todo lo que tengo que hacer y no hago. De los proyectos que sólo son proyectos, de los sueños. De las ansias por resultar original. Es tan difícil ser original en estos tiempos... No tengo nada que decir de la crisis. Ya está todo dicho. No tengo nada que decir de cómo sobrevivir a un día de san Valentín sin amor ni tarjetitas, no me incumbe. No tengo nada que decir del precio de las berenjenas que están por las nubes. Por Dios, sólo son berenjenas. Nada que decir de la escasez de conservas en este país que te arreglen un guiso. Nada de lo mucho que extraño los botes de garbanzos cocidos y el supermercado de mi antiguo barrio, de mi otro barrio, aunque sigo vivo. No tengo nada que decir del clima. Nada que decir de la lluvia. Nada que decir de ese ente oligofrénico y caprichoso que lo mismo te revive como te mata, según el día. Nada que decir de las plantas medio mustias del balcón que no he cuidado. Nada que decir de la ropa con olor a lavanda recién tendida. Del suavizante que está por las nubes. Por Dios, sólo es un producto químico. Seguro que degrada el medio ambiente, aunque la vida entera degrada el medio ambiente. Y no tengo nada que decir del agujero en la capa de ozono que ya nadie nombra. De los aerosoles. De los asmáticos. De la fiebre del heno, del polen. De las abejas que se extinguen. Nada, nada que decir de las nuevas normas ortográficas —exmarido-truhán-truhan-sólo-solo-Ye—. Nada que decir de la Real Academia sin caer en el lugar común: «Denigrarla, pero tratar de ingresar en ella si se puede»*. No tengo nada que decir de los niños que cantan villancicos de puerta en puerta. Nada que decir de lo que desafinan. No tengo nada que decir de las palomas, esos seres odiosos que lo ensucian todo. Nada que decir, pues, del Espíritu Santo. Nada. Nada que decir del paro, de la peste, de los cascos azules, de Oriente Medio. De las palabras bonitas, los fines elevados, la poesía, la tragedia. No tengo nada que decir del arte conceptual. Nada dadá que decir de ningún ismo, de ninguna vanguardia. Hace mucho que caducaron. No tengo nada que decir de la cultura, la arquitectura, el pleonasmo. Nada de las figuras retóricas, las preguntas sin respuesta. Las respuestas que no queremos saber. Nada que decir de ti. Nada que decir de mí que sea enteramente cierto, puramente ficticio. Hoy sucede que no tengo absolutamente nada que decir. Será que estoy por las nubes.

—Por Dios, sólo soy humano.
_____________________________________________________
* Dictionnaire des idées reçues, G. Flaubert (sobre la Academia Francesa)

1 comentario:

  1. El ralato me encantó!!! Tiene una musicalidad y llega a un climax que te deja bocabierto, buen trabajo!

    ResponderEliminar